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El costo silencioso: abordando el Síndrome del Burnout

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Cuidar a una persona que necesita nuestra ayuda es una moneda de doble cara. Por un lado, sientes satisfacción y gratificación por dicha responsabilidad pero, por otro, te puede generar estrés y ansiedad a unos niveles que superarán tus límites.

Soy Pilar Álvarez, y llevo años trabajando en el sector del cuidado de personas mayores y he de decir que aparte de ver a muchos/as compañeros/as sufrirlo, lo he llegado a padecer. Decimos que este campo es vocacional, de modo que darte cuenta de cómo estás, lo que sientes, lo que haces, cuando llegas a este punto, te hace sentir frustrado e indefenso, añadiendo una gran culpa a lo que estás experimentando.

No obstante, lo importante es conocer lo que está pasando y poner todos los recursos disponibles para manejar y mejorar dicha situación.

Pero, ¿qué es el Síndrome del Burnout o cuidador quemado?

El término burnout fue introducido en 1974 por un psiquiatra, Herbert Freudenberger. Este especialista comprobó cómo tras un tiempo, los voluntarios que trabajaban con toxicómanos llegaban a una situación de agotamiento y pérdida de interés por su labor, teniendo actitudes agresivas, distantes y poco compresivas.

Posteriormente, en 1977, es la psicóloga Christina Maslach quien presentó este síndrome ante el Congreso anual de la Asociación Americana de Psicólogos (APA), describiéndolo como «agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal» que puede ocurrir entre individuos cuyo trabajo implica atención o ayuda a personas.

  • Agotamiento emocional: se manifiesta física o psíquicamente, pensando que no se tiene nada que ofrecer a los demás.
  • Despersonalización: se manifiesta con sentimientos y actitudes negativas hacia las personas a las que atiende y hacia los compañeros de trabajo.
  • Falta de realización personal: sentimientos de baja autoestima y de fracaso personal y laboral.

Una chica joven en su cama se queja de un dolor de cuello.

¿Cómo llegamos a esta situación?

La persona que cuida suele proporcionar una ayuda de alta intensidad y gran duración, manteniendo el cansancio, el estrés y sobrecarga durante un tiempo demasiado prolongado como para afectar a la salud física y mental. Tienen un contacto continuo con estímulos negativos y la sensación de frustración al que ver que la persona a la que atiende no se cura ni mejora.

Otros factores que sitúan en un mayor riesgo de consecuencias negativas para el bienestar físico y mental serían dedicarse a ello de forma exclusiva, no realizando actividad laboral, contar con bajos niveles de apoyo social e ingresos económicos, poder considerar que no tienen otra alternativa y que, además, esto les lleva a frenar o limitar su desarrollo y autorrealización personal.

Los cuidadores son recursos esenciales (mediadores para mejorar cuidados y prevenir y mejorar las intervenciones sobre la conducta) en la atención a las personas y objetivo, en sí mismo, de la atención comunitaria, necesitando, entre otros:

  • Educación y formación en cuidados y apoyos a ofrecer.
  • Entrenamiento en habilidades de solución de problemas.
  • Planificación de los cuidados a largo plazo.
  • Ayuda en el acceso a diferentes recursos.
  • Cuidar su propia salud mental.

No se pueden descuidar sus necesidades, el hecho de hacerlo supone una carga económica para el sistema público (sobrecarga de sistema de salud, mayores bajas laborales, etc.). La prevención, al igual que ocurre con las medidas para el envejecimiento activo, se hace esencial.

¿Qué consecuencias tiene?

Las consecuencias no van sólo en el plano emocional, si no que abarcan otros componentes.

  • Consecuencias físicas: problemas cardiovasculares, digestivos, respiratorios, dolor de espalda, insomnio, asma, disfunción sexual, etc.
  • Consecuencias psicológicas: depresión y ansiedad, baja autoestima, insatisfacción laboral, deseos de abandonar el trabajo, falta de motivación, entre otras.
  • Consecuencias laborales: absentismo laboral, aumento de conductas irritables o violentas, comportamientos de alto riesgo, incompetencia profesional, etc.

¿Qué podemos hacer ante esto?

Para ayudar a prevenir o manejar el síndrome del cuidador quemado, hay una serie de estrategias y acciones que pueden ser útiles. Te exponemos algunas de ellas:

  • Busca apoyo emocional. No enfrentes la situación sólo/a. Busca a familiares, amistades, incluso grupo de apoyo de cuidadores. Compartir experiencias y sentimientos puede ser muy reconfortante.
  • Acepta la ayuda. Del mismo modo que buscas ese apoyo emocional, delegar tareas te asegura que puedas seguir cuidando de forma adecuada.
  • Organiza y planifica. Establece una rutina y organiza tu tiempo de manera que puedas encontrar momentos para el descanso y el autocuidado. Prioriza y establece metas alcanzables y realistas, evita el agotamiento al tratar de hacerlo todo a la vez.
  • Adecua tu forma de cuidar. Puedes incluso romper con la monotonía diaria modificando la forma de actuación en las tareas. Haz las pausas necesarias para relajarte tanto física como mentalmente. Fíjate en los aspectos más positivos.
  • Cuida tu salud. Presta atención a lo que dice tu cuerpo. Intenta mantener una dieta equilibrada, haz ejercicio regularmente y duerme lo suficiente. Analiza lo que te pasa y la causa que hay detrás.
  • Aprende nuevas habilidades y estrategias. La información es poder. Practicar técnicas de manejo del estrés como la meditación, la respiración profunda, el yoga o cualquier otra actividad que te ayude a relajarte, reducirá tu tensión emocional. A la vez, te puede servir de gran ayuda aprender diferentes técnicas de resolución de conflictos.
  • Establece límites. Aprende a decir “no” cuando sea necesario. Establece límites claros con respecto a tu tiempo, energía y recurso. Reconoce tus propias limitaciones y respétalas. Usa otras habilidades sociales para afrontar los problemas que puedan surgir en tu labor como cuidador/a.
  • Identifica y reconoce tus emociones. De esta forma, podrás abordarlas de manera más efectiva, disminuyendo el estrés y la ansiedad. Te ayudará a tomar decisiones más racionales y consideradas.
  • Busca tus actividades gratificantes. Dar un paseo, quedar con amistades y familiares, leer un libro, etc.
  • Investiga recursos y servicios de apoyo. Busca programas de asistencia para cuidadores, servicios de atención domiciliaria, asociaciones y organizaciones que puedan ofrecer ayuda. Pueden proporcionar asesoramiento, apoyo emocional e incluso recursos económicos en forma de asistencia.
  • Reconoce tus logros. No subestimes el trabajo y esfuerzo que estás haciendo. Valórate y celebra tus pequeños y grandes logros. Es lógico sentirse abrumado en diferentes momentos, pero eso no significa que lo estés haciendo mal.

Eres cuidador, pero tienes derechos. Puedes cuidar de ti mismo sin sentirte culpable, experimentar sentimientos negativos, buscar ayuda de terceros, cometer errores y seguir disfrutando de tu vida. De hecho, respetar tus propios derechos te harán ser un mejor cuidador.

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